7 de abril de 2014

Ocho apellidos vascos


No quería ir a verla. 
Fui a verla porque a veces hay que ceder y, además, no tenía el día yo para ver dramones.
No es que me encantase pero sí que me reí en algunos momentos, y eso no es fácil, creedme.
También me llamó la atención por algo un poco más serio que los momentos graciosos.
He aquí los tópicos del sur y del norte, a veces presentados de una forma un tanto atrevida, incluso para estos tiempos.
He aquí al público riéndose sin pensar nada extraño. Sólo riéndose.
Sin duda, hemos dado un paso adelante. Un gran paso, pienso.
Al menos, fue éste el pensamiento que me vino a la cabeza mientras estaba viendo la película.

Todo esto lo describe muchísimo mejor Pedro Ojeda en su entrada de hoy.

Dejo escrita una frase de él a modo de conclusión:

"Si estamos en condiciones de reírnos de esto es que los españoles hemos conseguido un punto de inflexión"

5 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Habrá que verla.

Campurriana dijo...

Desde mi punto de vista, no es una película buena. Yo diría que entretenida sin más. Tienen más mérito los actores masculinos. Uno por los cambios de registro y otro, el padre de la protagonista, por su calidad interpretativa.
De todas formas, sí que surgen de ella pensamientos como éstos.

Feliz tarde de lunes, Juan.

Campurriana dijo...

Lo de feliz...bueno, usté ya me entiende.

¡Qué manía tenemos últimamente con la felicidad!

;)

Amélia Ribeiro dijo...

Hola!

Llegué hasta aqui por casualidad y me encantó leerte.
Me gusta tu blog.
Te invito a visitar el mío, espero que te guste.
Gracias por compartir lo que escribes.
Ya te sigo... espero volver pronto.

Saludos desde Oporto.

Campurriana Campu dijo...

Gracias, Alma Inquieta. Pasaré por el tuyo. Al saloncito estás invitada cuando gustes.
;)